Otra gloria de Palma Soriano, que nació en 1936 rodeada de “cantadera” y vivió para llenar el espacio que la rodeaba con su alegría inolvidable y un talento artístico que se le desbordaba por cada poro de su piel.
La recuerdo muy jovencita cuando llegaba a mi casa y apenas saludaba abría el piano y comenzaba a tocar. Más tarde fue mi maestra de música en el Instituto Sanderson.
Pero un día, a finales de 1958, en respuesta a un concurso del Festival de las Américas diseñó una bandera que debía presentarse tamaño natural. Y en el comedor de mi casa, junto a mi mamá que había comprado suficiente tela azul en El Volcán y guiándose por un mapa de las Américas sacado de un libro de cuarto grado pintaron el continente, los rayos del sol que habría de representar la unidad y libertad de sus pueblos… y ganó el concurso. Poco tiempo después viajó a Estados Unidos a recoger su premio de mil dólares. Pero era el año 1959 y como en Cuba había comenzado el terrible huracán que ya dura más de 50 años, decidió no regresar.
En Estados Unidos siguió estudiando música, hizo una maestría en piano performance en la Universidad de Miami, se casó con el amor de su vida, el uruguayo Mauricio Pancier, y nació su hijo Michael Anthony Pancier, prestigioso abogado de Miami. Pero también conoció grandes talentos de la música cubana como René Touzet, Mario Fernández Puerta, Robertico Lozano, María Ciervide… Junto a ellos cultivó la música cubana, con calidad y categoría. “No la cosa fácil que hace popular una canción, sino la cosa difícil que hace que el público se eduque y empiecen a escuchar cosas más importantes”
Cubana hasta la médula, de sonrisa fácil y siempre con un chiste a flor de piel, Olguita hizo gala de una gracia criolla donde se aunaban la simpatía, la originalidad y la agilidad mental. Una criolla con sandunga, una cubana ejemplar, no solamente por la maravilla de su arte en el teclado sino por su forma de hacernos llegar la música que interpretaba, ya fuesen autores clásicos o a músicos populares.
Cubana hasta la médula, de sonrisa fácil y siempre con un chiste a flor de piel, Olguita hizo gala de una gracia criolla donde se aunaban la simpatía, la originalidad y la agilidad mental. Una criolla con sandunga, una cubana ejemplar, no solamente por la maravilla de su arte en el teclado sino por su forma de hacernos llegar la música que interpretaba, ya fuesen autores clásicos o a músicos populares.
Pianista, cantante, interprete de alto calibre, Miami la recuerda alegrando las noches del desparecido restaurante Giovana en Coral Gables, formando parte del exclusivo grupo de pianistas reunidos por el maestro Touzet para sus conciertos anuales de Los Cuatro Pianos, o interpretando sus “sabrosos” conciertos en el teatro de la Universidad de Miami. La recordamos en el Teatro Manuel Artime de la calle 8 y en la Roca del Colegio de Belen. Pero sobre todo la recordamos porque fue una excelente esposa y mejor madre, una señora encantadora siempre presta a sonreír y decir algo agradable.
Gracias Olguita por tu arte, cubania, humor interpretativo y calidad humana. Los palmeros siempre te recordaremos.
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