Cuando un palmero recuerda a Palma, inevitablemente piensa en el parque Martí, corazón palpitante de la ciudad, punto obligado de encuentros, lugar insustituible para refrescar el alma. Otras ciudades exhiben catedrales y teatros de incalculable valor arquitectónico e histórico. Nosotros, nos enorgullecemos de un parque bajo cuyos árboles frondosos nacieron nuestras primeras ilusiones juveniles.
Pero el parque Martí es también un resumen de la historia de la ciudad que el tiempo no ha podido borrar como tantas otras cosas. Comenzó como un simple espacio reservado para ejercicios militares, la Plaza de Armas, en los planos de parcelación originales de la Caballería de la Virgen, y por muchos años sólo sirvió para que allí pacieran tranquilamente los animales que deambulaban por el caserío. Al terminar la Guerra de los diez años, la población había crecido lo suficiente para convertir el Partido de Cauto Garzón en Ayuntamiento independiente de Santiago de Cuba y al año siguiente, y en 1880, se plantaron dos hileras de salvaderas para trazar los límites de la Plaza de Armas, aunque la situación no cambió mucho. Y tampoco mejoró cuando el Teniente Coronel español Cesáreo Ruiz Valero ordenó cercarla con alambres lisos sujetos por horcones de madera y cubrir con lajas sus límites con el Camino Real de la Isla (hoy calle Martí) para evitar el pastoreo de animales. Tanto la cerca como la acera desaparecieron en poco tiempo y en su piso de tierra seguía creciendo la hierba. Como carecía de asientos los vecinos sólo la utilizaban para acortar camino entre una calle y otra.
Fue en una de sus esquinas donde se expuso el cadáver de José Martí cuando cayó en Dos Ríos en 1895. Y en el mismo escenario fue recibido con júbilo y patriotismo, el 27 de agosto de 1898, el escuadrón Cumaná encabezado por el general del Ejército Libertador Agustín Cebreco. No es sorprendente pues que el primer alcalde electo de Palma Soriano, el comandante mambí Arístides García Gómez, tras rebautizar la antigua plaza con el nombre de José Martí mediante una Ordenanza Municipal en 1904, se trazara como objetivo convertirla en un verdadero parque para el disfrute de la población. En 1905 se derribaron las salvaderas, se niveló el terreno, se instalaron 16 bancos de madera, 4 farolas de petróleo (una en cada esquina) y se construyó un muro que le rodeaba por sus cuatro lados. A partir de ahora, el parque Martí será el corazón vivo y palpitante de la ciudad.
El nacimiento del moderno Palma Soriano (1910 – 1914) con la inauguración del primer Acueducto, una planta eléctrica y la instalación de algunos teléfonos se reflejó también en nuestro parque. En una de sus esquinas abrió sus puertas el Teatro Martí, primer cine de la ciudad con sus paredes de madera y techo de zinc. Al mismo tiempo se colectan fondos entre vecinos y comerciantes para mejorarlo y hasta las recaudaciones obtenidas por la operación de un ferrocarril en miniatura que el Sr. Mariano Berland había instalado desde julio de 1909 en las inmediaciones del parque para delicia de los niños, fueron donadas para embellecer el lugar.
Con ese dinero se construyó un paseo de circunvalación del que partían ocho paseos transversales: uno de cada esquina y uno de cada media cuadra que convergían en una rotonda central, dejando entre ellos espacios triangulares utilizados como jardines. En los paseos, hechos de lajas como la circunvalación y la rotonda, se instalaron bancos de madera con espaldar. Y toda el area se iluminó con farolas eléctricas que sustituyeron las de petróleo. Pero la comisión “Pro Parque Martí” no quedó satisfecha: quería colocar en la rotonda central un monumento que recordara la breve estancia del cadáver del Apóstol en este lugar. Un sueño caro, sin lugar a dudas.
Por esa época se guardaban en la casa del concejal José Rafael Estrada, las piezas de un monumento destinado a señalar en Dos Ríos el lugar exacto donde cayó Martí que, financiado por suscripción popular, había sido esculpido en Italia en mármol de Carrara. Pero el deplorable estado de los caminos de acceso impedía que los pesados mármoles llegaran a su destino. Entonces, a propuestas del alcalde municipal, Gerardo Gómez Aja, y con la aprobación del concejal Estrada, se decidió emplazarlo en la rotonda central del parque. El 25 de agosto de 1912 se colocaba la primera piedra y el 20 de mayo de 1913 quedaba solemnemente inaugurado el monumento tras ser desvelado por el General del Ejército Libertador Jesús Rabí. Ese día, además de los diversos actos y desfiles para celebrar el nacimiento de la República, se produce allí, a los pies del Apóstol, la primera retreta pública de la recién fundada Banda Municipal de Música compuesta por 20 jóvenes palmeros que con sus flamantes uniformes iniciaron una tradición que todavía perdura. Desde entonces, el parque y su monumento han sido testigos de actos, conmemoraciones y actividades diversas del pueblo palmero.
Por décadas, pasear por el parque Martí en las cálidas noches de Palma, las mujeres en un sentido y los hombres en el contrario, fue –y sigue siendo- una de las diversiones preferidas de la juventud. Allí podían darse cita los jóvenes enamorados, compartir con los amigos el último libro adquirido en la Casa Rego o los resultados del juego de pelota de la noche anterior o simplemente pasar un rato entretenido.
Hoy, la retreta sigue funcionando los jueves y domingos; en sus bancos, los jóvenes siguen reuniéndose al salir de la escuela y el parque Martí sigue siendo punto de encuentro para todos los palmeros que le consideran suyo, porque lo es.
Que interesante me pareció la historia de el parque Martí. Es increíble que uno haya vivido en un lugar por tanto tiempo, y no saber nada de su historia. Como palmera que soy, disfruté muchísimo de ese parque que me trae muy buenos recuerdos. Mercy, gracias por crear y compartir con nosotros una parte de la historia de nuestro querido pueblo.
ResponderEliminarEn Palma Soriano, viví 5 años de mi linda y feliz niñez, cuánto añoro ese parque y toda la ciudad, allá estuve recién..........Cuba como te extraño!!!
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