Estaba preparando una entrada sobre los viejos edificios de Palma Soriano cuando un amigo de facebook, Eddy Gil, me recomendó que leyera Perdimos a Cuba, un artículo publicado en mayo del 2011 en el blog de Zoe Valdés, aunque su autora es Amalia Agramonte, la biznieta del mayor general Ignacio Agramonte. Y quedé tan anonadada que no he podido resistir la tentación de contestar.
Y es que yo soy de aquella generación de niños cubanos, víctima de culpas ajenas, que vio desintegrarse su vida aún antes de comenzar su historia, que vio desaparecer a sus compañeros de juegos ante la urgencia paterna de salvarlos del comunismo. Y mientras los unos sufrieron los rigores del desarraigo y la tristeza de crecer en suelo extraño; los otros fueron obligados a marchar y repetir consignas mientras aprendían a callar sus opiniones, renegar de sus tradiciones y abjurar de sus principios para poder sobrevivir. Los primeros perdieron la Patria a cambio de libertad; los segundos, perdieron la Patria y la libertad. Aquellos desarrollaron el espíritu, el talento, la iniciativa con nuevos patrones civiles aunque sin renunciar a sus raíces; estos fueron desvastados espiritualmente hasta olvidar los últimos vestigios de la educación cívica, la moral tradicional y los sentimientos más sagrados del hombre perdiendo no sólo sus raíces sino hasta su propia identidad nacional.
Entre los que quedaron allá, algunos, los mayores, lograron esconder en los más inaccesibles rincones del pensamiento el eterno anhelo de libertad individual mientras esperaban tiempos mejores. Otros, los más pequeños, pronto olvidaron la realidad anterior y a fuerza de repetir hasta el cansancio las consignas oficiales, llegaron a aceptar como normal su situación de siervos. Y muchos hasta alababan la miseria dando gracias a la revolución por su situación de esclavos protegidos. Como dijera Virgilio Piñera, “si Kafka hubiera vivido en Cuba, no sería un escritor surrealista, sería un escritor costumbrista.”
Esa es la diferencia esencial entre los viejos y los nuevos exiliados. No es problema de edad ni de generación, sino de experiencias vividas. Al cubano de ayer le robaron las propiedades, el dinero y un estilo de vida muy difícil de recuperar; al cubano de hoy le robaron los sueños, la ilusión, la individualidad, la automotivación y lo redujeron al status de no-persona. Son dos Cubas diferentes, ambas legítimas, ambas amadas: la de los que añoran la patria que dejaron atrás y a la que recuerdan sin cambios, como si hubiera quedado suspendida en el tiempo y en la historia y la de los que se convirtieron en esclavos que daban vivas a la revolución mientras soñaban con abandonarla definitivamente.
El miedo mis amigos, embota el raciocinio. Y obliga a callar los verdaderos pensamientos, a adaptarse al medio cambiando de color como los camaleones para protegerse. Si los negros sudafricanos hubieran encontrado una forma de parecer blancos en la época del apartheid hubieran podido evitar muchos de los desmanes de los racistas. Aunque no por mimetizarse dejaran de ser negros. Entonces ¿Por qué acusar a los cubanos que viven en la isla de practicar una doble moral?
No nos toca a nosotros hacerle el juego al régimen rechazándolos por “mediocres” o “chusmones” sino servir de puente para recuperar y sanar el alma nacional. Porque esa Cuba mediocre y chusmona es tambien nuestra Cuba. Y no es menospreciando al cubano de hoy por ser diferente como vamos a lograrlo. Nosotros, cubanos libres debemos ayudar al cubano esclavo a recuperar el espiritu de progreso, la pujanza económica y su autoestima social arrebatadas por la dictadura. Nuestra historia verdadera, escamoteada y distorsionada por más de cincuenta años, debe ser rescatada para mostrar hasta donde podemos llegar en un ambiente normal de libertad y civismo. Nuestro papel como ciudadanos libres es servir de puente entre el pasado y el futuro.
Los recuerdos no deben servirnos sólo para fantasear en lo que podíamos haber sido, también deben servir para visualizar lo que podemos llegar a ser en el futuro. El presente, aquí y allá, depende de todos los cubanos, los de aquí y los de allá porque todos seguimos siendo cubanos aunque hallamos echado raices en tierra extraña.
Los tiempos han cambiado, el mundo ha cambiado gracias a las nuevas tecnologías que han agrietado, casi destrozado el muro de la censura comunista. Y aquel rebaño obediente que soportaba callado todas las injusticias está perdiendo el miedo porque sabe que sus acciones no quedarán ignoradas, que serán conocidas inmediatamente en todo el planeta. Sabe que su voz se escuchará en todos los rincones y que las imágenes que acusan al gobierno cubano no serán ignoradas. Para el cubano esclavo que nunca pudo desarrollar un proyecto personal, Libertad y Democracia ya no son palabras vacías en la retórica totalitaria. ¡Están despertando y comienzan a exigir su derecho a tener derechos!
Tal vez perdimos a Cuba temporalmente. Es una realidad que sólo podemos aceptar si miramos al futuro y nos empeñamos en recuperarla. Porque los valores esenciales están ahí, escondidos, ocultos pero florecerán cuando la libertad les abra espacio.